jueves, 12 de julio de 2007

ARTE DE LA CHINA: "ZHANG HUAN, INC." EN LA FUNDACIÓN TELEFÓNICA.


texto de Daniel Bataller


Al entrar en la Fundación Telefónica a la exposición de Zhang Huan, que permanecerá hasta el 27 de Agosto de 2007, nos reciben unas azafatas que exhortan a uno a seguir una dirección determinada: -Es por ahí –nos dicen, como haciéndonos creer que existiera una dirección correcta. Es una primera señal para la sospecha. Si se decide no caer en la trampa, lo primero que encontramos es la fascinante serie de fotografías “Genealogy Tree” (2000). Nueve autorretratos de gran formato donde Zhang Huan recoge la acción de hacerse escribir la cara por expertos en caligrafía. Suponemos en un acto de fe que los ideogramas chinos para nosotros incomprensibles son en realidad un árbol genealógico. Poco a poco su rostro va quedando cubierto de negro hasta que finalmente se distingue una oscura figura desenfocada. Una pieza dotada de una ingeniosa poética. La escritura de la historia sobre uno mismo doblega la propia imagen, hasta la imposibilidad de reconocerse a sí mismo. Y es que Zhang Huan es un artista que trabaja desde la creación del yo.

Desde la perspectiva de pensamiento occidental, intentaríamos abordar su obra vía Nietzsche y la voluntad de poder que debe llevar a la creación del yo, Heidegger y el abandono de la metafísica, Derrida y su (re)construcción propia a partir del mismo Heidegger, incluso la crítica literaria que Richard Rorty realiza a partir de estos otros pensadores. Ironía privada. Mucho se podría hablar en esta linea. Pero Zhang Huan hace precisamente alarde de su desprecio por los libros. Al adentrarnos más en la muestra, y tras cruzarnos con obras donde se apropia de elementos de tradición china (el budismo, la escritura, imaginería tradicional…), nos topamos con “My Boston” (2005), una serie de fotografías que documentan una performance en el campus de la universidad de Boston: el artista se encarama a una enorme pila de libros y atraviesa con su cabeza un tomo de gran formato. Inmediatamente advertimos que las páginas están en blanco, y que el agujero se ha realizado limpia y escrupulosamente. Los libros son falsos, puro atrezo. Es aquí donde su performance torna en burda e ingenua crítica dadaísta.

En la China postcomunista, con su apertuna repentina al mundo a partir de los años 70, el arte chino se ve en la encrucijada de subirse al tren de alta velocidad del final de la modernidad o regresar a sus tradiciones milenarias en un postmoderno anacronismo estético. China también se hace a sí misma. En España curiosamente se dio una situación similar durante este mismo periodo, pero parece que por ser occidente, no ha costado mucho incorporar los lenguajes teóricos del arte hoy. Artistas como Zhang Huan parecen resolver este problema de una manera muy interesante y adecuada, con una coherencia histórica incuestionable y una resolución formal más que correcta. Pero el arte (occidental, desde luego) presupone necesariamente una serie de fundamentos históricos de pensamiento, y sintetiza su propia herencia cultural, y aquí es donde Huan patina. En los últimos años vivimos a aperturas cuanto menos interesantes de migraciones de cultura. Occidente se ha desgranado y extendido sus tentáculos culturales, el mundo se ha globalizado; Oriente consume capital, después de exportar su exotismo formal. No es de extrañar que artistas como el de la presente muestra despierten la simpatía de la crítica especializada, cansada de excesos de formalismos vacíos y receptora gustosa de aromas lejanos. Pero quizá haría falta imponer y exigir un poco de rigor en los entendimientos mutuos para no caer en complacencias culturales que tendrían más que ver con curiosidades de lo antropológico.

Zhang Huan es un artista chino occidentalizado, pues ha venido trabajando en Estados Unidos y Europa, y al mismo tiempo ahora trabaja recientemente de nuevo en China. Sin embargo, en su intento por subirse al tren se deja medio cuerpo fuera. Su problema es que queda en tierra de nadie. Presuponer cierta ironía conlleva implicito cierto grado de historicismo y nominalismo. Parece que quiera abarcar demasiado sin tener el rigor necesario en nada. Reiteradamente justifica sus acciones en el budismo, aunque no llegamos a entender si desde la honestidad y la sincera creencia, o desde la distancia irónica acerca de la tradición. En una de sus performances se cubre el cuerpo con pedazos de carne hasta que en un movimiento imprudente adivinamos las costuras de la tela que la sujetan y que a la vez la separan de su propia piel, formando un mero disfraz. Cuando mete gusanos vivos por su boca y su nariz, le resulta imposible disimular las náuseas y gestos de repugnancia. Al enjaularse con palomas, con el cuerpo cubierto de semillas, se refugia, intentando evitar los continuos picotazos de las aves. Queda en evidencia cierto grado de teatralidad y poca convicción en sus acciones, y nos resulta imposible ignorar una larga tradición de performers radicales (accionistas vieneses), o de serias propuestas de escenificación de ironía y absurdo, como en el caso de Paul McCarthy.

Algunas piezas del chino se salvan. Se puede leer una intención deconstructiva interesante en ciertas obras donde plantea re-creaciones propias a partir de su herencia cultural, como en “My Kung-Fu (2003)”, 12 litografías donde, apropiándose de un estilo tradicional chino, se autoretrata representando distintos episodios de artes marciales y budistas. Cuando viene sin embargo a pretender deconstruir años de clasicismo occidental realizando performances intinteligibles en Roma, cae de nuevo en la burda broma (que él parece tomar en serio), y que podría ser una tomadura de pelo para ciertos ojos demasiado occidentales. Los saltos culturales, en definitiva, se pueden abordar desde muchas perspectivas, pero nunca desde el desconocimiento y la ignorancia. En mis fantasías pienso en una obra en la que Zhang Huan se hace disparar en un brazo y justo antes de apretar el gatillo se retira rápidamente, para en declaraciones posteriores afirmar de manera solemne “He visto el dolor cara a cara”, - por supuesto ignorante de la obra de Chris Burden.

En los videos documentales que se presentan en la exposición descubrimos finalmente sus métodos de trabajo: Zhang Huan emplea en una nave de diez mil metros cuadrados a más de un centenar de personas para llevar a cabo sus producciones. No hay un contacto directo de su cuerpo con la materia plástica, ni una humildad o sencillez en sus modos de trabajo. Él es el arte. Su falta de transparencia contradice nuestro concepto de budismo (que es desde luego el californiano, heredero de D.T. Suzuki). Pero Zhang Huan no trabaja ya preocupado por el concepto de creación de uno mismo, sino en la creación de su factory, de su propia marca. Zhang Huan crea a “Zhang Huan, Inc.”.

En la sala de documentación alcanzo a traducir el significado de lo que vi escrito en su rostro. No es su árbol genealógico sino cuentos populares. Aunque la metáfora de la tradición me sigue pareciendo buena en esta pieza, permanece el mal sabor de boca. Leo sus entrevistas y verifico las peores sospechas. Mi primera lectura queda al desnudo, tanto como el resto de su propia obra: falsa, deshonesta, engañosa. Casi convence, afortunadamente decidí no hacer caso a las azafatas.


Daniel Bataller
Junio 2007

info@danielbataller.com

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola que tal? Como van esas vacaciones?....
2 cocitas:
UNO
-Que pasó al final.....a partir de que vamos a trabajar?...bajo que conceptos, lineas, ideas?
Cuando nos vemos?
DOS
-A los chicos del taller ed Nuevos medios....Queria saber cuando nos podemos juntar con Daniel,pa mandarle un correo y quedar. Propongan fecha!...acuerdense que esta aquí solo en Julio.
Espero respuestas
A.

en madrid master 2007 dijo...

Chicos hoy sábado 21 de Julio hay una fista con motivo de mi cumple. Es a las 22 en C/Marques de Mondejar 5A piso 2A, metro Manuel becerra. Los espero.

Un beso
Paola

Anónimo dijo...

siguiendo con la línea crítica de Daniel. Estaríamos frente a una acumulación de capital espectacular?

en donde las fotografías funcionan como imágenes acciones tanto artísticas como acciones de mercado.

Anónimo dijo...

Leer el texto me ha llevado también a una reflexión…y es que, generalizando, todo el mundo cuando escribe sobre algo que ha visto o leído, sólo es capaz de relacionar los conceptos con sus intereses personales. Por supuesto es lógico y legítimo, pero ¿no mina ese comportamiento demasiado al receptor de las líneas? Supongo que se trata de eso mismo, llevar al lector al propio campo y utilizar parámetros individuales y personales en lugar de valorar lo observado o leído de una manera más objetiva.

¿Y no sería más interesante y enriquecedor para todos ampliar las conexiones y no tratar de establecer siempre relaciones con los cuatro archimanidos autores referentes?

Anónimo dijo...

y cuales son esos 4 autores archimanidos?

Anónimo dijo...

De acuerdo con Gonzalo. Es arte espectacular orientado al mercado. Me parece bien, pero no si el artista no muestra el cinismo acorde. En el caso de Zhang Huan parece que quiere ir de honesto por la vida, por si cuela. Para mí lo curioso del tema es que la crítica acoja con los brazos abiertos estas propuestas de artistas freaks-espectaculares, cuando es la misma que hoy día repudia a los freaks-espectaculares locales como Ana Laura Aláez (me parece estupendo que desaparezca del panorama, pero no que sea sustituida por afinidades foráneas). F. Castro elogió a Zhang Huan en el primer número de Julio del ABCD. Creo que él y otros se dejan llevar por el mero exostismo, o por motivos políticos (No hay que olvidar la realidad de las relaciones culturales presentes con China). O será cuestión de modas pasajeras. Igualmente el Musac, abanderado de este tipo de propuestas, recoge ahora una de Pierre Huyghe. Como si no tuvieramos ya ilusionistas semejantes por aquí. Pero siempre es mejor lo de fuera.

En definitiva, creo que no hay que tragar con todo lo que llueve sólo por que lo haga desde otras latitudes.